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domingo, 15 de noviembre de 2015

Si eres hombre lucha contra la violencia machista


Machismos invisibles


Manifestación en contra de la violencia machista en Madrid.

Los micromachismos son los mecanismos más sutiles de los hombres para mantener una posición privilegiada respecto a las mujeres
La naturalidad con la que se ejercen es el mayor reto al que se enfrentan los que denuncian estos comportamientos

"Mi mujer es la que lleva el tema del colegio de los niños", "Yo no sé cómo funciona una lavadora", "Cariño ¿dónde están las pilas?", "Yo ayudo en mi casa". Todas son frases y actitudes con las que se está familiarizado, pero que, según los estudios realizados por Luis Bonino, el psicoterapeuta que a principios de los años 90 acuñó el término micromachismos, representan las maniobras más invisibles que los hombres emplean para mantener una posición de privilegio con respecto a las mujeres en la sociedad.
"Son machismos sutiles de lo cotidiano que, en general no se ven, pero causan daño a las mujeres y que los hombres ejercemos desde la concienciación desuperioridad que nos da la cultura". Son palabras de Bonino, quien decidió dar nombre a estos comportamientos: "En base a mi experiencia en terapias y a mis estudios de sociólogos como Godelier y Bordieu. Utilicé el término 'micro' siguiendo a Foucault cuando habla de Micropoderes, en el sentido de que son los manejos de poder de lo cotidiano, no porque sea pequeño".
Bonino ha establecido cuatro categorías de micromachismos, aunque puntualiza que "no hay ninguno peor que otro, pero algunos sí atentan más contra laautonomía de la mujer".
  • Los utilitarios son aquellos que aprovechan el rol tradicional de las mujeres como madre, cocinera, esposa, asistenta, etc.
  • Los encubiertos son los más sutiles y buscan que las cosas se mantengan acorde a los deseos del hombre bajo excusas como la falta de tiempo o el no saber hacer.
  • Por otro lado, los de crisis se dan cuando la relación toma un giro hacia una mayor igualdad y el varón intenta mantener su estatus de superioridad mediante maniobras como postergar las decisiones que exigen un cambio en la relación hasta que la mujer se canse.
  • Los coercitivos utilizan la fuerza moral o psicológica masculina, como la supuesta superioridad de la lógica masculina que se cree poseedora de la realidad.

Razones y consecuencias del micromachismo

Para Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, "los micromachismos consiguen reproducir determinados estereotipos de género, concretando gestos discriminatorios que inciden en la desigualdad".
El problema al que se enfrentan aquellos que denuncian estas maniobras es que están "naturalizadas". "Se ven como algo normal", explica Bonino. "Cuando tienes una pareja, o con tu madre también, se da por sentado que el café te lo va a traer ella. Los hombres nos manejamos con una especie de tarjeta VIP dada por la construcción social de la masculinidad. Es como si naces en una familia rica, vas a tener tres asistentas, no vas a lavar ni a planchar tu ropa y para ti es algo natural".
La cultura juega un papel importante a la hora de legitimar estos comportamientos. Belén Zurbano, profesora de la Facultad de Comunicación en la Universidad de Sevilla, sostiene que los comportamientos micromachistas "se normalizan por repetitivo, por habitual. Hace falta un nivel de interpretación y revisión crítica muy profundo para actuar de forma diferente a lo que culturalmente se impone". Como ejemplo pone "el tipo de relaciones entre adolescentes que se promueven en series como Física o Química o la saga Crepúsculo". Destaca que "se presentan relaciones desiguales que se difunden y normalizan influyendo en jóvenes que les imitan al llevarse a cabo por personajes que para ellos pueden constituir referentes", aunque apunta que "en el caso de los adolescentes se aprecia fácilmente, pero puede extrapolarse al resto de la sociedad".
"Los micromachismos son claramente una violencia psicológica" declara Bonino. "La definición de violencia es una definición social. Como en el caso de la Ley del dedo pulgar en el siglo XIX, por la que un hombre podía golpear a su mujer con una vara siempre que ésta no fuese más gruesa que su dedo pulgar. En los micromachismos pasa lo mismo, una mujer tiene marcas psicológicas pero no se considera violencia".
La directora de la Fundación Mujeres añade que "estos comportamientos desembocan en que lugares que deberían estar equilibrados ante la perspectiva de género, como la calle, resulten hostiles para las mujeres".
En sus terapias con mujeres Bonino destaca la culpa que sienten. "Cuando tú no ves de donde viene la situación, unida a la socialización que tienen las mujeres que tienden a sentirse culpables -siempre se ha hablado de la culpabilización de la mujer, desde Eva o Pandora- hace que piensen ¿Qué habré hecho yo? Si yo soy la mujer y creo que algo está mal y tú eres mi pareja y dices que todo está bien, entonces pienso que el problema lo tengo yo".
Son los hombres quienes llevan a cabo estas maniobras, no las mujeres, que a lo sumo "desarrollan habilidades -las conocidas como armas de mujer- para conseguir más influencia desde su posición subordinada de género y así ejercer derechos a los que no creen tener derecho o le son negados" continúa Bonino.
En cuanto a sus vivencias con el género privilegiado, Bonino afirma: "Los hombres se enojan conmigo porque cuento cuáles son las maniobras que utilizamos para mantenernos en el ejercicio de poder, con lo que al final me acabo convirtiendo en una especie de traidor a la corporación masculina". "Los hombres debemos escuchar las quejas de las mujeres y creerlas, no decir que son unas locas o histéricas" añade.
Con respecto a los más jóvenes admite que "se han superado algunos paradigmas, pero aún un tercio ellos considera que puede pegar a su pareja si le ha sido infiel".
"Ahora yo comento, medio en broma medio en serio, la estrategia del Ni-Ni-Ni. Estos son jóvenes que no cumplen los roles tradicionales de masculinidad, ya que ni son proveedores porque la pareja también trabaja, ni son procreadores porque no quieren tener hijos, ni tampoco cumplen el rol de hombre protector. Sin embargo se las ingenian dando una vuelta más a estas estrategias para tener un control de la mujer de manera pasiva, el chico cree que por haber salido del rol tradicional de hombre puede tener permiso para no hacer nada y que lo quieran" .

Cómo cambiar la situación.

Cómo desarmar estas maniobras se antoja la tarea más complicada. Bonino opina que "el primer paso es desnaturalizar estos comportamientos, decir esto existe, está mal y no puedes realizarlos impunemente; el segundo, que las mujeres se rebelen y digan: '¡El café te lo pones tú!'; y tercero la sociedad debe acompañar, es muy difícil si a tu alrededor te dicen ¡Cómo te pones! o ¡Estás exagerando!".
Soleto incide en que "se deben hacer más campaña dirigidas a la población adulta". Pero va más allá "para la igualdad real se deben abordar los temas de valores y género en materia de igualdad en todo el desarrollo educativo, no sólo de manera transversal". Concluye diciendo que en esta materia "estamos dejando que el tiempo sea quien marque los valores aplicables de la igualdad".
http://www.elmundo.es/sociedad/2015/11/07/563b7286268e3ee7168b45e7.html

Machismo, continuidad y repetición

El problema de la violencia de género no son esos 700.000 hombres que maltratan ni los 70 que matan, el problema de la violencia de género es el machismo que los alimenta a todos ellos y al resto de la sociedad. Un machismo que lleva a que el 3% de la población de la UE manifieste que la violencia de género está justificada en algunas ocasiones, y que un 1% afirme que lo está en todas las ocasiones (Eurobarómetro, 2010).La afirmación del machismo pasa por la negación de la realidad que él mismo crea, ésa es la forma de hacerse invisible en una sociedad que lo señala en cada uno de sus actos. Desde el piropo como halago y el maltrato como un tema de pareja, hasta el homicidio por celos o alcohol, todo forma parte de lo que el machismo presenta como verdad para así mantener su mentira. Da igual que sean 70 las mujeres asesinadas cada año y 700.000 las maltratadas, al final, para el machismo cada uno de esos casos es un accidente o una excusa, y todos juntos ninguno.
A partir de esas referencias creadas por la cultura, cada agresor desarrolla su estrategia de violencia de manera diferente, aunque todos persiguen lo mismo: controlar a las mujeres para que no se salgan del guión establecido, corregirlas cuando consideran que se han desviado de sus dictados, y castigarlas cuando la desviación alcanza cierta gravedad. La propia dinámica de la violencia muestra claramente que cada agresor reacciona ante el comportamiento y actitud de las mujeres, y frente a las circunstancias que envuelven los hechos.
Y cuando el machismo y los machistas ven que la sociedad está cambiando al incorporar y defender la Igualdad como derecho, al observar que las mujeres y el feminismo rompen con la injusticia de la desigualdad de la que nacen sus privilegios, y al comprobar que se incorporan con normalidad a los espacios y funciones que le habían sido negados, interpretan que esa nueva realidad es un ataque a sus posiciones y responden con su argumento habitual, que es la violencia.
Por eso no es casualidad que ante una norma como la Ley Integral, dirigida a abordar globalmente el problema de la violencia de género, el machismo respondae intente confundir con argumentos tramposos y falaces como el de las denuncias falsas (en verdad suponen el 0,01% según la Fiscalía General del Estado y el Consejo General del Poder Judicial), que todas las violencias son importantes, que las mujeres también maltratan, que es una ley dirigida contra los hombres, o que que en verdad lo que se busca es enriquecerse a través de esa violencia, como incluso llegan a escribir algunos columnistas con total impunidad. Nunca se han preocupado de las otras violencias, ni del maltrato que ejercen las mujeres, ni de las agresiones de los hombres por parte de otros hombres... nunca lo han hecho hasta que no se ha hablado de violencia de género, porque en realidad lo que les preocupa es perder un instrumento tan necesario para ellos a la hora de mantener el orden establecido, como es la violencia contra las mujeres. Tan necesario que, tal y como recoge la Macroencuesta de 2015, el 44% de las mujeres no denuncian por considerar que la violencia que sufren no es lo suficientemente grave, es decir, porque piensan que esa violencia es «normal» dentro de las relaciones de pareja. Y quien les dice que es normal no es el doble cromosoma X ni los estrógenos circulantes en sangre, sino la cultura machista que las paraliza.
Esa reacción del machismo no es abstracta e impersonal, sino que es la reacción coordinada de cada uno de los machistas. Y si es fácil entender que hay una respuesta individual ante los cambios sociales que hablan de Igualdad, también debe serlo entender que cada uno de los agresores que ya está ejerciendo la violencia, reaccione de forma particular ante las circunstancias que envuelven su relación y el contexto social del momento. De ahí las diferentes influencias que actúan en la construcción de sus conductas criminales.
Los homicidios por violencia de género son la consecuencia de una historia de violencia que los maltratadores van desarrollando en el tiempo, unas veces de forma acelerada, otras más lenta. Se trata de un proceso en el que van integrando elementos que refuerzan su decisión y aquellos otros que de alguna manera la cuestionan, y la evolución final dependerá de la mayor presencia de elementos a favor del homicidio o de factores críticos con la idea de matar. Se trata, pues, de un proceso dinámico que va consolidándose conforme avanza, dificultando y limitando las posibilidades de incidir sobre él.
Cuando se produce un homicidio por violencia de género el impacto social de la noticia es muy diferente. Y la valoración que hace el agresor que está pensando en matar a su mujer no es en términos de solidaridad o compasión con la víctima y su familia, sino que lo hace identificándose con el hombre que acaba de hacer aquello que él ya está pensando realizar. Ésa es una de las razones que hacen queun homicidio previo en violencia de género pueda actuar como refuerzo en la idea que manejan estos agresores, algo que se refleja en la acumulación de casos alrededor del homicidio cometido con anterioridad. El estudio realizado en 2011 por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y la Universidad de Granada, demostró esa realidad al comprobar que al día siguiente de un homicidio se producía un aumento «no justificable por azar», lo cual sitúa la asociación en el conocimiento del caso anterior, puesto que se trata de sucesos aislados e inconexos.
Esta situación demuestra que son homicidios que nacen de la voluntad y de la decisión de matar del agresor, quien actúa por motivaciones internas y posicionándose ante los elementos del contexto. En ningún caso se puede interpretar esta influencia como un acto impulsivo e incontrolado surgido del simple conocimiento del homicidio previo, ni tampoco debe entenderse como un factor que incide en todos los homicidas. Se trata de un factor que influye «un poco en algunos casos», no en todos, pero como tal debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar el riesgo y de adoptar medidas de protección. Y tampoco debe llevar a la errónea conclusión de que ante esta realidad no se debe informar, todo lo contrario. Lo que hay que hacer es informar, e informar mucho, pero mandando un mensaje crítico hacia los agresores (por ejemplo, en lugar de titular «una mujer muere a manos de...» hacerlo con «un hombre mata a...»), y a esos entornos posmachistas que buscan generar confusión y desviar la atención sobre el significado y la gravedad de la violencia de género.
Los machistas no son hombres extraños a la realidad social que ellos mismos crean a través del machismo. Son hombres muy integrados en ella, en su valores y en sus ideas, tanto que responden con la violencia que habitualmente utilizan ante lo que interpretan como ataques, partan estos de la sociedad a través de las iniciativas políticas o de las manifestaciones que los cuestionan y critican, o surjan de la conducta de las mujeres a quienes están pensando asesinar. Creer que los machistas contemplan la realidad como si miraran un paisaje o al mar es un error que se traduce en más riesgo para las mujeres que sufren la violencia.
Los machistas se refuerzan entre ellos a través de las palabras y las conductas, lo vemos a diario en la calle y en las redes sociales; y los machistas que están usando la violencia se refuerzan identificándose con la violencia que utilizan otros hombres violentos, de ahí que la violencia de género continúe y se repita.
 Manuel Lorente Acosta es director de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada y ex Delegado del Gobierno para la Igualdad de Género.